Evaluar o calificar una transformación en marcha en educación superior
Evaluar es mucho más que examinar y poner calificaciones; es recoger información valida y confiable, que permita hacer juicios de valor, tomar de decisiones y ajustar los procesos de enseñanza aprendizaje incluyendo las prácticas del profesor. Así las cosas, el objetivo de la evaluación no es solo asignar notas o calificaciones a los estudiantes; antes de llegar a esa fase, el profesor debe asegurarse de haber implementado un proceso centrado en la función formativa de la evaluación, escenario que posibilita la retroalimentación y con ella el aseguramiento del aprendizaje.
La gestión de un proceso de evaluación exige unos principios que deben ser atendidos por parte del evaluador y que se pueden señalar en términos de: eticidad; referida a promover la transparencia, el análisis crítico y el respeto por los principios y valores de los participantes del proceso de evaluación. Sin duda, estos aspectos conectan con el compromiso de planeación y socialización de los resultados de la evaluación, validez y originalidad de la prueba que se propone, lo cual permite la evaluación grupal e individual, la retroalimentación permanente y los resultados de satisfacción que arroja la prueba aplicada entre los evaluados.
Por otra parte, el principio de pertinencia de la evaluación propuesta en coherencia con los resultados de aprendizaje materializa la alineación entre competencias, resultados de aprendizaje, estrategias de enseñanza y evaluación. Y finalmente, dentro de estos principios se encuentra la objetividad, que exige el poder diseñar, ejecutar, valorar y retroalimentar de manera pertinente, clara e imparcial el proceso de evaluación, brindando espacios para que el estudiante pueda volver a intentar.
En esta dirección, gestionar procesos de evaluación desde la perspectiva que transforma y genera aprendizaje, demandará del acompañamiento y formación de los actores que la dinamizan.
Por: Marcial Conde Hernández. Docente Investigador.