Las posibilidades de una Ciudadanía: Tensiones entre conceptos y contextos
Se afirma bajo ejercicio de inventario, las tenciones existentes entre los enfoques de Ciudadanía, en esta trama, el actuar por parte de los liberales, es interpretada por los comunitaristas como obstáculo para la consecución de procesos vitales tales como: la configuración de una autentica comunidad, limitación como grupo para su representatividad y visibilidad ante el estado, de la misma manera, una distribución inequitativa de bienes y servicios. Los liberales, mientras tanto, hacen apología a la concepción particular de bienestar ajustados a los principios normativos y legales que legitima dicho principio.
Este debate cobra vigencia en nuestro contexto cuando se intenta escudriñar el impacto de las políticas públicas en torno a la formación ciudadana en Colombia. En ese orden de ideas, Bárcena (1997) intenta conciliar o aproximar dichas concepciones:
«Para llegar a ser ciudadano activo en la comunidad debemos estar motivados, formados y gozar de oportunidades para ello. Además, la tradición cívica republicanista ha pasado por subrayar la importancia del ejercicio de la virtud cívica, la participación en la construcción del interés común y el cumplimiento de los deberes cívicos desde un ideal moral de servicio a la comunidad. Sólo así, desde esta tradición, el individuo accede a la condición de plena ciudadanía, ya que ésta es una actividad intrínsecamente deseable que entraña un compromiso moral» (op. cit.: pp. 82-83).
«A diferencia de esta tradición clásica, el pensamiento filosófico del liberalismo cívico acentúa, sobre todo, la idea de que la ciudadanía es un título al que accedemos cuando se nos reconocen determinados derechos. Pero existe un elemento en que ambas tradiciones no podrían justificadamente entrar en contradicción. Se trata de un elemento que forma parte de una noción comprensiva de competencia cívica: el juicio político. A través del ejercicio de nuestra facultad de juzgar las realidades políticas, y no sólo por el ejercicio de la virtud cívica, también accedemos a una plena condición de ciudadanía, a un tipo de actividad ciudadana en la que los valores de la tradición liberal y los del pensamiento cívico republicano pueden llegar a armonizarse» (op. cit.: p. 83).
A renglón seguido, señalaría Hanna Arent, (1996) “no es el yo natural el que penetra en el tribunal, sino que una persona poseedora de derechos y deberes, y creada por la ley, comparecía ante la ley”… Es entonces cuando es posible hablar de derechos y garantías individuales, es decir, hablamos de derecho de libertad civil, ya que esta es inherente al hombre. Subyace entonces una concepción de estado que posibilita en establecer una relación entre poder y sujetos.
“La mayor garantía de que los derechos de libertad estén protegidos contra la tendencia de los gobernantes a limitarlos y suprimirlos, reside en la posibilidad de que los ciudadanos se defiendan de los abusos eventuales. Ahora bien: contra el abuso de poder, bajo cualquier forma, aunque mejor de ninguna manera quiero decir ni óptimo, ni infalible, es la participación directa o indirecta de los ciudadanos, del mayor número de ciudadanos en la formación de las leyes. Bajo este aspecto, los derechos políticos son un complemento natural de los derechos de libertad y de los derechos civiles…”[1]
“Se desprende de lo anterior, la relación entre la doctrina liberal y el estado, en donde queda definido el ciudadano, como sujeto de derechos de libertad políticos. Pero ello no quiere decir que estos se limiten sólo al sufragio, sino principios de libertades para el ámbito de lo público: “libertad de prensa, libertad de reunión, libertad de manifestación”[2].
Al hablar de ciudadanía es vital entonces hablar de Democracia: pueblo, espacio, límites, derechos, espacio público y privado…,referentes de un contrato, de un tipo de ejercicio, de un modelo de estado; cabría preguntarnos entonces si el constructo globalización, refuerza o debilita la democracia; ante lo cual, diversas construcciones epistemológicas nos ofrecen un marco referencial de mucha complejidad: la ciudadanía como creación moderna, se asienta en los estados-nación Held, (1997), Por lo que hay quienes sostienen que no hay nada novedoso en la relación estado-nación y globalización por la sencilla razón de que siempre han existido superpotencias e igualmente una acción soberana limitada.
Otra vertiente acepta la multiplicidad de los cambios y las consecuencias para con la democracia y el estado. Robert A Dall.(1989) nos habla del declive del estado-nación como jurisdicción al igual que una profunda transformación de la democracia liberal. De lo que sí podemos estar seguros son de los cambios que a nivel latinoamericano se ha presentado en torno a la democracia y a la misma apertura de participación de los nuevos actores sociales.
Por tanto, es necesario replantear la trama educación- democracia, para ofrecer un marco de posibilidades para la construcción ciudadana, en donde la educación como proceso y sus actores se constituyen en agentes activos de una cotidianidad pero no rutinaria ni lineal, sino antes por el contrario, en un proceso cultural deliberativo, de discusión, de comprensión, de configuración de consensos, es decir donde la otredad se vea como posibilitante de los otros. Dado este margen de referentes, la escuela se constituye en un ámbito donde fluye la información, pero también la comunicación, la formación, y el diálogo como instrumentos de usos y que comparten unos sujetos para la emancipación, para la búsqueda de la igualdad, de la autonomía, la libertad, la ciudadanía y con esto la democracia.
Autor:
Reinaldo Rico Ballesteros. Líder Apropiación Social del Conocimiento. Universidad de la Costa. CUC.
[1] BUSTAMANTE F., Alejandro. “La ciudadanía, entre la autonomía y la libertad”. Pág. 32.
[2] Ibidem