Aproximación a la configuración de algunos puntos de convergencia para lectura crítica en los jóvenes.

La lectura crítica es un proceso cognitivo que va más allá de simplemente decodificar palabras; implica analizar, interpretar y cuestionar los textos. Este tema es fundamental en la pedagogía actual. En un mundo cada vez más lleno de información y desinformación, es vital que los jóvenes aprendan a discernir la calidad y veracidad de los textos que consumen. Autores como Daniel Cassany, Isabel Solé y David Santamaría han proporcionado herramientas y teorías clave para entender cómo formar lectores críticos en la juventud, lo que se convierte en un pilar esencial para el desarrollo integral de los estudiantes.

Daniel Cassany, en su obra «Construir la escritura», explora la lectura crítica desde un enfoque funcional. Cassany enfatiza que leer no se limita a comprender, sino que implica interactuar con el texto de tal manera que podamos identificar sus intenciones ocultas, sesgos ideológicos y contradicciones internas. Según el autor, uno de los principales desafíos en la formación de lectores críticos es enseñarles a cuestionar la autoridad del texto y a no aceptar la información de manera pasiva. En este sentido, Cassany sostiene que la lectura crítica requiere una actitud activa, donde el lector se convierte en un investigador que confronta el contenido con sus conocimientos previos y con otras fuentes. Para los jóvenes, esta habilidad es especialmente importante en un contexto donde la tecnología ha facilitado el acceso a una amplia variedad de textos, muchos de los cuales carecen de rigor o tienen intenciones manipuladoras.

Isabel Solé, autora de «Estrategias de lectura», subraya la importancia de enseñar a los jóvenes estrategias metacognitivas que les permitan autorregular su proceso de comprensión lectora. Según Solé, el desarrollo de una lectura crítica debe basarse en la planificación, el monitoreo y la evaluación constante del proceso lector. Esto implica que los estudiantes deben aprender a preguntarse, antes de empezar a leer, cuál es el propósito del texto y qué tipo de enfoque necesitan adoptar para comprenderlo mejor. Mientras leen, los jóvenes deben ser capaces de monitorear su propia comprensión, identificando posibles malentendidos o lagunas, y, al finalizar la lectura, deben evaluar la fiabilidad de la información y su relevancia en función de sus propios objetivos. Este enfoque metacognitivo permite a los jóvenes tomar control de su aprendizaje y fortalecer sus habilidades críticas ante los textos.

David Santamaría, por su parte, aborda la lectura crítica desde una perspectiva más vinculada a la ética y la política. En su obra «Lectura crítica y ciudadanía», Santamaría sostiene que la lectura crítica es una herramienta esencial para formar ciudadanos responsables y comprometidos. La habilidad de leer de manera crítica permite a los jóvenes no solo consumir información de forma pasiva, sino también convertirse en individuos capaces de participar activamente en la vida pública, tomando decisiones informadas y fundamentadas éticamente. Santamaría enfatiza que el acto de leer no es neutral: cada texto lleva consigo una carga ideológica y, por lo tanto, educar a los jóvenes en la lectura crítica es un esfuerzo que promueve el pensamiento democrático y el respeto por la diversidad de voces. Al confrontar diferentes perspectivas, los jóvenes aprenden a desarrollar su capacidad de argumentación y a defender sus opiniones de manera fundamentada, lo cual es crucial para su participación en la sociedad.

La combinación de las ideas de Cassany, Solé y Santamaría proporciona una visión completa de la lectura crítica como una práctica que abarca aspectos cognitivos, metacognitivos y éticos. Para Cassany, la lectura crítica implica un análisis profundo del texto, mientras que Solé la describe como un proceso metacognitivo en el que el lector se convierte en un participante activo en su propio aprendizaje. Santamaría, por su parte, añade una dimensión ética y política, destacando el poder transformador de la lectura crítica en la sociedad. Estas perspectivas no son excluyentes, sino que se enriquecen mutuamente, ya que la lectura crítica, en su sentido más amplio, requiere tanto habilidades cognitivas como una conciencia social.

Sin embargo, uno de los grandes desafíos que enfrentamos en la formación de jóvenes lectores críticos es la falta de un enfoque educativo que fomente estas habilidades de manera coherente y progresiva. En muchos contextos educativos, la lectura se sigue tratando como un acto mecánico, enfocado en la mera decodificación de palabras y en la repetición de información, sin promover la capacidad de análisis y reflexión crítica. Para revertir esta situación, es crucial que los docentes implementen estrategias didácticas que integren las ideas de estos autores, fomentando en los estudiantes la habilidad de interrogar los textos, identificar sus supuestos ideológicos y compararlos con otras fuentes y perspectivas.

En síntesis, la lectura crítica es una habilidad vital para los jóvenes en la sociedad contemporánea. A través de esta práctica, los estudiantes no solo adquieren herramientas para comprender mejor los textos, sino que también fomentan un sentido de responsabilidad cívica y ética. Las ideas de Cassany, Solé y Santamaría brindan un marco teórico sólido para abordar este reto, resaltando la importancia de educar a los jóvenes en un enfoque de lectura que vaya más allá de la simple comprensión y los prepare para ser ciudadanos críticos y activos en un mundo cada vez más complejo.

Ana Maria Miranda Tapias. Coordinadora de formación Integral, vinculada a la Institución Educativa Departamental  Rural de Cantagallar (Piñón- Magdalena)

Reinaldo Rico Ballesteros. Docente tiempo completo Universidad de la Costa. Adscrito al Departamento de Humanidades (Barranquilla). Docente Institución Educativa Oficial Ondas del Caribe. (Santa Marta) Adscrito al área de Ciencias Sociales (Historia, filosofía, economía y política)

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