El Estudiante Como Protagonista Del Cambio Universitario

Durante décadas, el estudiante fue visto como un receptor: alguien que asistía, escuchaba, memorizaba y aprobaba. Sin embargo, los cambios en la educación superior han llevado a replantear este paradigma. Hoy, se reconoce al estudiante como un actor central en la construcción del conocimiento, pero también como protagonista de los procesos de transformación institucional. Esta visión no es solo inspiradora, es necesaria.

El sistema universitario actual exige que formemos profesionales capaces de tomar decisiones, liderar proyectos, resolver problemas complejos y, sobre todo, transformar su entorno. Pero esta capacidad no surge únicamente del dominio técnico. Se cultiva cuando el estudiante se involucra con su universidad, asume un rol activo en los procesos académicos y administrativos, y comprende que también tiene una responsabilidad en la calidad de su formación.

En la carrera de Ingeniería Industrial, esto cobra un sentido especial. La toma de decisiones, el análisis sistémico y el liderazgo no se enseñan solo en teoría: se aprenden participando. Por eso, involucrar al estudiante en procesos de autoevaluación, diseño de proyectos académicos, representación estudiantil, semilleros, prácticas sociales o mesas de mejora, no es un favor que se le hace, sino una estrategia pedagógica potente.

La Universidad de la Costa ha impulsado esta visión a través de espacios institucionales que promueven la voz del estudiante: los comités curriculares, los programas de liderazgo, las asesorías entre pares, los grupos estudiantiles y las iniciativas de emprendimiento son ejemplos de escenarios donde se reconoce al estudiante como sujeto activo de cambio. En muchos de estos espacios, los estudiantes no solo participan, sino que proponen mejoras, diseñan soluciones y colaboran en la implementación de estrategias que impactan la vida universitaria.

Este protagonismo también implica desafíos. No basta con abrir espacios de participación; es necesario acompañarlos, formarlos y garantizar que sus ideas tengan eco. El estudiante necesita herramientas para incidir, pero también confianza institucional para saber que su opinión importa. Es una relación que se construye desde el respeto mutuo y el reconocimiento del otro como parte esencial de la comunidad académica.

La figura del estudiante protagonista también transforma el aula. Deja de ser un lugar de transmisión y se convierte en un espacio de diálogo, creación y responsabilidad compartida. El profesor deja de ser el único centro y se convierte en facilitador. Y el estudiante, lejos de ser pasivo, construye su propio aprendizaje, pregunta, propone y se equivoca con sentido.

Este enfoque fortalece competencias como la autonomía, el pensamiento crítico, la comunicación y la resolución de conflictos. Pero más allá de eso, forma ciudadanos activos, profesionales comprometidos y egresados con sentido de pertenencia. Porque quien se siente parte de la universidad mientras estudia, muy probablemente querrá aportar a ella cuando egrese.

En un contexto como el Caribe colombiano, donde los retos sociales y económicos son complejos, formar estudiantes con esta visión puede marcar la diferencia. Profesionales con pensamiento sistémico, capacidad de liderazgo y sensibilidad institucional no solo serán exitosos en sus carreras, sino que podrán convertirse en agentes de transformación en sus territorios.

Autora: Nileth Acuña Jiménez

Bibliografía

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