Formación En Valores: El Eje Invisible De La Educación Superior

En medio de los avances tecnológicos, la automatización de procesos y la presión por alcanzar indicadores de productividad, hay un eje que muchas veces permanece en silencio, pero sostiene el verdadero sentido de la educación: la formación en valores. No se trata de una asignatura adicional o de un espacio ocasional, sino de una dimensión transversal que le da sentido ético, social y humano a toda la experiencia formativa.

En la ingeniería industrial —disciplina asociada con la mejora de procesos, la toma de decisiones y el diseño de sistemas eficientes— esta dimensión adquiere un valor especial. No basta con saber optimizar. También hay que preguntarse: ¿optimizar para quién?, ¿con qué impacto?, ¿a qué costo humano o ambiental? Un profesional ético no es aquel que solo respeta normas, sino quien comprende el alcance de sus decisiones y actúa con responsabilidad ante los demás.

La universidad, como institución formadora, no puede enfocarse únicamente en contenidos técnicos. Debe formar ciudadanos conscientes, capaces de actuar con empatía, criterio y compromiso. Esto se logra cuando los valores no se enseñan como conceptos abstractos, sino cuando se integran en las discusiones de clase, en los proyectos, en la relación con el entorno, y sobre todo, en el ejemplo de los docentes y la coherencia institucional.

La Universidad de la Costa ha promovido iniciativas que fortalecen esta visión: desde programas de responsabilidad social universitaria hasta la inclusión de componentes éticos en asignaturas técnicas. Asimismo, la participación en proyectos con impacto comunitario, las prácticas profesionales orientadas al bien común y los espacios de diálogo interdisciplinar son formas de vivir la formación en valores dentro del currículo.

Los estudiantes no necesitan discursos moralizantes, sino oportunidades reales para experimentar lo que significa actuar con integridad, justicia y respeto. La ética se aprende cuando se reflexiona sobre dilemas, cuando se trabaja en contextos sociales diversos, cuando se escucha al otro con apertura. La universidad debe ser ese lugar donde se puede ensayar la ética profesional con acompañamiento y conciencia.

En tiempos en los que se discute tanto sobre inteligencia artificial, automatización o eficiencia extrema, recordar el componente humano es más urgente que nunca. La ingeniería industrial no está llamada solo a hacer las cosas más rápido o más barato, sino a diseñar procesos más justos, sostenibles y centrados en las personas. Y eso solo se logra con profesionales que hayan recibido una formación integral.

La formación en valores es, en definitiva, el cimiento que sostiene todo lo demás. Porque un conocimiento sin ética puede ser brillante, pero peligroso. Y una decisión técnica sin conciencia puede ser eficiente, pero injusta. Por eso, educar en valores no es opcional: es una tarea esencial para transformar realidades, construir confianza social y dignificar el ejercicio profesional.

Autora: Nileth Acuña Jiménez

Bibliografía

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