La angustia existencial y la salud mental en el ámbito docente: una mirada filosófica contemporánea
En el marco de una educación cada vez más exigente, mercantilizada y atravesada por la incertidumbre social, los docentes enfrentan no solo retos pedagógicos, sino también desafíos existenciales profundos. La docencia ha dejado de ser solo un acto de enseñar saberes para convertirse, en muchos casos, en una lucha silenciosa contra el desgaste emocional, la frustración institucional y la precarización del sentido. Este web blog propone una reflexión desde la filosofía existencial sobre la angustia como fenómeno inherente a la condición humana, y cómo su manifestación en el ámbito docente está conectada con los actuales dilemas de salud mental.
- La angustia existencial: coordenadas filosóficas
La angustia existencial ha sido tratada por varios pensadores contemporáneos, pero especialmente por los existencialistas del siglo XX. Para Martin Heidegger, en su obra Ser y tiempo (1927), la angustia revela al ser humano como un «ser arrojado» al mundo, sin manual de instrucciones. La angustia no es miedo, sino una experiencia radical del vacío de sentido que puede surgir incluso en medio de la rutina diaria. En términos docentes, esto se manifiesta cuando, aun en el cumplimiento del currículo y las actividades escolares, el maestro se siente desprovisto de sentido y propósito.
Jean-Paul Sartre, por su parte, habla de la libertad condenada: somos absolutamente responsables de lo que hacemos con nuestra existencia, y esa responsabilidad genera angustia. En contextos educativos, esta libertad se percibe como una carga cuando las decisiones deben tomarse entre la vocación ética de formar sujetos críticos y la presión institucional de producir resultados medibles.
La angustia no es una patología per se, sino un dato ontológico. Sin embargo, cuando se instala en un sistema social que minimiza el cuidado emocional y maximiza el rendimiento, puede convertirse en un factor de riesgo psíquico.
- La docencia como praxis con carga existencial
Ser docente no es simplemente un oficio: es una praxis atravesada por una responsabilidad ética profunda. Implica formar a otros en su dimensión humana, intelectual y ciudadana. Pero ¿qué ocurre cuando el docente, en su interior, vive un vacío de sentido?
Diversos estudios han evidenciado que la docencia es una de las profesiones con mayor prevalencia de trastornos relacionados con el estrés, el agotamiento y la depresión. Según el informe de la UNESCO (2022), más del 40% de los docentes latinoamericanos manifiestan niveles altos de desgaste emocional, lo que se conoce como “burnout”.
Este desgaste tiene una raíz más profunda que la sobrecarga laboral: es un síntoma de una crisis existencial. El docente actual no solo enseña contenidos; está inmerso en una lucha simbólica contra la deshumanización educativa, la burocratización del conocimiento y la pérdida de su rol como mediador ético.
La filosofía puede contribuir a resignificar esta experiencia angustiosa, no como enfermedad a erradicar, sino como síntoma de una conciencia que se resiste a la indiferencia.
- La escuela como espacio contradictorio: entre alienación y posibilidad
El espacio escolar puede ser tanto un escenario de liberación como de alienación. Desde la perspectiva de Byung-Chul Han, en La sociedad del cansancio (2015), vivimos bajo una lógica del rendimiento que ha reemplazado a la disciplina por la autoexplotación. El docente, hoy, es un “empresario de sí mismo” que debe constantemente justificar su valor mediante métricas, evidencias y resultados.
Este modelo ha fragmentado el sentido de la enseñanza, convirtiendo al aula en una fábrica de indicadores. La angustia que surge en el docente, entonces, es también una forma de resistencia: un grito interior que clama por recuperar el sentido humano y ético del acto educativo.
Sin embargo, la escuela también puede ser una trinchera de esperanza. Si se asume como espacio de diálogo, reflexión y creación de sentido, puede ayudar a transformar la angustia en posibilidad pedagógica.
- Filosofía y salud mental: pensar la cura más allá del fármaco
En los últimos años, la salud mental ha sido objeto de discursos más amplios, pero muchas veces medicalizados. El abordaje farmacológico del malestar docente es, en muchos contextos, la única respuesta institucional. Esto reduce una vivencia compleja a una química cerebral, invisibilizando sus raíces culturales, sociales y filosóficas.
Desde la filosofía, Emil Cioran planteaba que la angustia es inseparable del pensamiento lúcido. No pensar implica anestesiar la angustia, pero pensar con profundidad implica enfrentarse a ella. Por tanto, el cuidado de la salud mental en docentes debe incluir espacios de reflexión filosófica, conversación ética, introspección y colectivización del malestar.
Recientes investigaciones como las de Beard et al. (2020) y Roeser (2021) han demostrado que programas que integran mindfulness, filosofía práctica y acompañamiento grupal pueden reducir el estrés crónico docente, aumentar el sentido de pertenencia y reconfigurar la relación del profesor con su vocación.
La filosofía no cura en términos clínicos, pero puede ofrecer herramientas simbólicas para habitar la angustia sin sucumbir a ella.
- El papel del acompañamiento institucional y la transformación del ethos escolar
No se trata de romantizar la angustia docente ni de asumirla como un destino inevitable. Es necesario que las instituciones educativas reconozcan que el bienestar emocional de sus educadores no es un privilegio, sino una condición para el aprendizaje real.
El ethos escolar debe ser resignificado desde una ética del cuidado, no solo del estudiante sino del educador. Crear espacios de escucha activa, redes de apoyo emocional, círculos de pensamiento filosófico, y una cultura del reconocimiento puede convertirse en antídotos contra la despersonalización docente.
Tal como señala Victoria Camps (2019), educar es un acto moral, y el bienestar del educador forma parte de esa moralidad. No hay formación de ciudadanía sin maestros emocionalmente sostenidos.
La angustia existencial, lejos de ser un síntoma patológico en sí misma, puede leerse como una señal de lucidez en medio de una cultura educativa que ha olvidado el para qué de su labor. Reconocerla, acompañarla y resignificarla es una tarea urgente en el ámbito docente.
La filosofía ofrece un lenguaje y una actitud para habitar esa angustia, no desde la desesperanza, sino desde una apertura a lo posible. Pensar el malestar no es recrearlo, sino trazar rutas para transformarlo.
El reto de la utopía no está en eliminar la angustia del docente, sino en construir comunidades educativas donde esa angustia pueda ser compartida, comprendida y trascendida.
Referencias bibliográficas
Beard, C., Weisberg, R., & McCarthy, L. (2020). Mindfulness-Based Interventions in Education: Evidence and Implementation. Cambridge University Press.
Camps, V. (2019). Tiempo de cuidados. Editorial Arpa.
Han, B.-C. (2015). La sociedad del cansancio. Herder Editorial.
Roeser, R. W. (2021). The Emerging Science of Teacher Well-Being: Current Evidence and Future Directions. Educational Psychologist, 56(4), 265–284. https://doi.org/10.1080/00461520.2021.1913584
UNESCO. (2022). Docentes en América Latina: condiciones laborales y salud emocional. Oficina Regional de Educación para América Latina y el Caribe. https://unesdoc.unesco.org
Autores Invitados:
Ana Maria Miranda Tapias:
- Coordinadora de la IED Rural de Cantagallar en el Piñón Magdalena.
- Representante principal de los empleados ante el Comité de Convivencia Laboral de Secretaría de Educación del Departamento del Magdalena.
- Miembro de la Unión sindical de directivos de la educación USDE seccional Magdalena.
Reinaldo Rico Ballesteros:
- Docente IED Ondas del Caribe. Santa Marta.
