La ternura y la exigencia en el ámbito educativo según José María Marinas

En tiempos marcados por la tecnificación, la velocidad y la estandarización educativa, reaparece con fuerza un pensamiento que apuesta por rescatar la dimensión afectiva y ética de la educación: la ternura. José María Marinas, filósofo español contemporáneo, ha desarrollado una teoría pedagógica centrada en este concepto, proponiéndolo como fundamento necesario para una práctica educativa verdaderamente humana. Pero no se trata de una ternura ingenua o débil, sino de una que se equilibra con la exigencia, conformando una dialéctica vital que transforma el acto de enseñar en una experiencia ética profunda.

Este blog tiene como propósito explorar las nociones de ternura y exigencia en el ámbito educativo desde la perspectiva de Marinas, contextualizando su propuesta filosófica y pedagógica, articulándola con reflexiones contemporáneas sobre la ética del cuidado, y reconociendo su vigencia en los desafíos actuales que enfrentan docentes y estudiantes.

  1. José María Marinas y la filosofía de la ternura

José María Marinas, profesor de filosofía de la educación en la Universidad Complutense de Madrid, ha centrado parte de su obra en la recuperación de categorías olvidadas por el pensamiento educativo hegemónico. En su libro Ternura y educación (2022), el autor propone una pedagogía de la ternura, comprendida como un modo radical de estar con el otro, no desde el paternalismo ni desde la condescendencia, sino desde la ética del reconocimiento.

La ternura, en esta concepción, es una actitud de cuidado atenta y abierta a la vulnerabilidad del otro. No se reduce a un sentimiento, sino que se trata de una disposición ética que transforma la relación pedagógica en un vínculo profundamente humano. Según Marinas (2022), «la ternura es un saber-hacer con el otro, un modo de mirar, de tocar, de hablar, de callar, que no se impone, pero tampoco se retira».

Este planteamiento entronca con las teorías contemporáneas del cuidado, como las propuestas por Carol Gilligan y Joan Tronto, que han subrayado la centralidad de las relaciones interpersonales y la empatía en la construcción de comunidades éticas. Marinas lleva estas ideas al campo educativo, proponiendo una «ética de la ternura» como base para una educación que no sea violenta, deshumanizadora o puramente instrumental.

  1. La exigencia como forma de reconocimiento

Ahora bien, el pensamiento de Marinas no cae en una visión edulcorada del proceso educativo. La ternura, si bien es el punto de partida, debe complementarse con la exigencia. Para él, exigir no es castigar, ni imponer arbitrariamente normas externas; es reconocer al otro en su capacidad de crecimiento. Exigir es confiar.

En esta clave, la exigencia no es opuesta a la ternura, sino que brota de ella. Como afirma Marinas (2021), «no hay ternura auténtica sin una cierta forma de exigencia que reconozca al otro como capaz, como responsable de su mundo y su devenir». La ternura reconoce la fragilidad; la exigencia, el potencial. En equilibrio, ambas sostienen una educación que transforma sin violentar.

Este enfoque contrasta con las pedagogías autoritarias, que entienden la exigencia como control, y también con algunas tendencias laxas que confunden la empatía con la complacencia. La ternura verdadera no renuncia a la firmeza, porque su horizonte es la emancipación del otro.

  1. Ternura y subjetividad: una educación desde el cuidado

El aporte de Marinas puede leerse también como una respuesta crítica a las lógicas neoliberales que han invadido el campo educativo. Frente al estudiante entendido como consumidor, emprendedor de sí mismo, o capital humano, él propone una mirada que rehumaniza el vínculo pedagógico.

La ternura, en este contexto, no es un adorno afectivo, sino una categoría política. Implica resistirse a la cosificación del otro y al vaciamiento del lazo educativo. Siguiendo a autores como Marina Garcés (2017), podríamos decir que la ternura es una forma de interrumpir la lógica del rendimiento que domina nuestras instituciones. Enseñar con ternura es habitar la vulnerabilidad sin renunciar a la exigencia de pensar, de preguntar, de estar con otros en busca del sentido.

El docente, por tanto, no es sólo un transmisor de saberes, sino alguien que acoge, que acompaña, que guía. No desde la superioridad moral, sino desde la conciencia de que educar es exponerse también a ser transformado por el otro.

  1. Aplicaciones prácticas: del aula al ethos institucional

¿Cómo traducir esta propuesta a la práctica cotidiana? ¿Qué implica una pedagogía de la ternura en el diseño curricular, en la evaluación, en la convivencia escolar?

En primer lugar, requiere una revisión del lenguaje y de los gestos en la interacción pedagógica. Marinas insiste en que la ternura se manifiesta en detalles: en cómo se escucha, en cómo se nombra al estudiante, en cómo se acompaña el error.

En segundo lugar, plantea una crítica a los dispositivos meritocráticos que promueven la competencia individual. La ternura reclama espacios de cooperación, de trabajo en equipo, de tiempo lento para aprender y para ser. La exigencia, entonces, no se mide por el número de tareas o por la acumulación de conocimientos, sino por la profundidad del compromiso con el otro.

Y en tercer lugar, exige una transformación institucional. La ternura no puede sostenerse en un ambiente de precariedad, de sobrecarga docente o de violencia estructural. Es necesaria una política educativa que reconozca el cuidado como un valor central, que lo institucionalice sin burocratizarlo, y que lo promueva en todos los niveles del sistema.

  1. Ternura, ética y transformación social

Finalmente, es importante destacar que la propuesta de Marinas no se limita al aula. Tiene una dimensión ética y política más amplia. En un mundo atravesado por la indiferencia, la desigualdad y la fragmentación, la ternura se convierte en una forma de resistencia.

Educar con ternura es apostar por una sociedad menos violenta, más justa, más habitable. Es formar sujetos capaces de cuidar y de cuidarse, de vivir con otros, de hacerse cargo del mundo. Y eso no puede lograrse sin exigencia: sin esfuerzo, sin responsabilidad, sin compromiso.

Como señala el propio Marinas (2022), «la ternura es el comienzo de la justicia». Y en esa frase se condensa la potencia de su pensamiento: una pedagogía que no renuncia a la utopía, pero que la encarna en lo cotidiano, en lo pequeño, en lo frágil.

A manera de síntesis

José María Marinas nos invita a repensar la educación desde el lugar más olvidado: el vínculo. Su pedagogía de la ternura y la exigencia no es una propuesta romántica, sino profundamente ética. En ella, educar no es imponer ni dejar hacer; es estar con el otro, reconociendo su vulnerabilidad y su potencia. Es una apuesta radical por el cuidado, por el respeto, por la justicia.

En un tiempo de desencanto y crisis, esta propuesta filosófica nos recuerda que la transformación educativa comienza por las relaciones, y que ninguna innovación será suficiente si no se cultiva la ternura como acto fundante del enseñar y del aprender.

Referencias bibliográficas

  • Marinas, J. M. (2022). Ternura y educación. Ediciones Morata.
  • Marinas, J. M. (2021). Ética del cuidado y educación. Ediciones Complutense.
  • Garcés, M. (2017). Nueva ilustración radical. Anagrama.
  • Tronto, J. C. (2019). Caring Democracy: Markets, Equality, and Justice. NYU Press.
  • Gilligan, C. (2018). In a Different Voice: Psychological Theory and Women’s Development. Harvard University Press.

Autores Invitados:

Ana Maria Miranda Tapias:

  • Coordinadora de la IED Rural de Cantagallar en el Piñón Magdalena.
  • Representante principal de los empleados ante el Comité de Convivencia Laboral de Secretaría de Educación del Departamento del Magdalena.
  • Miembro de la Unión sindical de directivos de la educación USDE seccional Magdalena.

Reinaldo Rico Ballesteros:

  • Docente IED Ondas del Caribe. Santa Marta.
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