Las conductas agresivas, un desafío en el proceso educativo de estudiantes de básica primaria.

Entre las conductas disruptivas que alteran el orden del aula de clase sin hacer distinción entre la escuela pública o privada, podemos identificar la falta de atención, el aislamiento, la falta de cooperación, pero también las agresiones entre los estudiantes, que pueden ser verbales y físicas. Diariamente los docentes deben afrontar situaciones como: los apodos entre compañeros, golpear las mesas o sillas para demostrar disgusto e incluso la violencia a través de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, muchas de estas conductas suelen justificarse con frases como » no volverá a suceder o esto eso es típico de su edad’’.

Así pues, la labor docente cumple un papel fundamental y debe garantizar estrategias pedagógicas que impidan la progresión de estos comportamientos, para lo cual debe involucrar en su práctica actividades que favorezcan el contacto respetuoso, fraterno, de acompañamiento entre estudiantes, con las que el estudiante se sienta identificado y así motivar la adquisición de nuevos conocimientos, las escuelas desde su administración deben velar porque estas condiciones se den,  para identificar las oportunidades de capacitación respecto al tema, lo que permite la motivación a quien se dedica a enseñar. 

Centrarse en la necesidad de cumplir con una secuencia didáctica y olvidarse de la parte humana es un absurdo, está en el profesor gestionar competencias para el desarrollo de las habilidades sociales, enfocadas a la autorregulación y así potenciar el aprendizaje. Si no, el diario del estudiante y de la escuela será caótico, por lo que se hace necesario garantizar un ambiente seguro y estable, haciendo uso de técnicas de relajación, terapias basadas en juegos, dinámicas de grupo e involucrando a la familia y la comunidad para dar un apoyo más holístico. (Carbonó Daconte, Sarabia Palacio, 2023).

Debe el docente convertirse en un experto en abordar conversaciones sin atacar, tener en cuenta los valores, escucha activa, encontrar un punto intermedio, reducir posturas extremas, lograr el acuerdo, cultivar su sensibilidad, lo que implica ejercitar y fortalecer su inteligencia emocional.

En definitiva, las conductas agresivas representan uno de los desafíos más importantes en el proceso educativo, pero también una oportunidad para promover valores de respeto, tolerancia y convivencia pacífica. Los docentes, con compromiso, amor por su trabajo, gestión de cambio, pueden crear un ambiente escolar seguro y saludable donde los estudiantes puedan desarrollarse como un ser integral.

Ivonne Lissette Graziani Torne – Estudiante de IV semestre – Licenciatura en Educación Básica

Erick Futo Silva – Coordinador de Área Investigativa

Universidad de la Costa

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