Naturaleza y Crianza: Una Interacción Compleja
Jader Igirio Tesillo
Profesor TC, Universidad de la Costa
El debate sobre la influencia de la naturaleza y la crianza en el desarrollo humano ha sido un tema central en la psicologÃa y las ciencias del comportamiento. Tradicionalmente, se ha tratado de determinar si la inteligencia y otras habilidades cognitivas están predominantemente determinadas por la herencia genética o por las influencias ambientales. Sin embargo, la investigación moderna sugiere que esta dicotomÃa es engañosa y que, en realidad, la inteligencia surge de una interacción compleja entre la dotación genética de un individuo y el entorno en el que se desarrolla.
En este artÃculo, se analizará cómo los efectos acumulativos de los genes y el ambiente, la plasticidad ambiental y la evidencia de estudios longitudinales respaldan la idea de que naturaleza y crianza trabajan juntas en el desarrollo de la inteligencia. Este enfoque integrado proporciona una comprensión más precisa de cómo los individuos alcanzan su potencial cognitivo y qué estrategias pueden implementarse para maximizar dicho desarrollo.
Efectos Acumulativos
Uno de los aspectos clave de la interacción entre naturaleza y crianza es el efecto acumulativo de los genes y el ambiente. Los genes pueden predisponer a un individuo a tener ciertas habilidades o talentos, pero sin un entorno adecuado, estos potenciales pueden quedar subdesarrollados. Por ejemplo, un niño con una inclinación genética hacia las matemáticas tendrá mayores probabilidades de destacar en esta área si se le proporciona un entorno enriquecido con oportunidades de aprendizaje, materiales educativos de calidad y apoyo por parte de maestros y padres.
Los efectos acumulativos también se observan en el desarrollo del lenguaje y la lectura. Investigaciones han demostrado que los niños con predisposición genética a una mayor capacidad lingüÃstica se benefician enormemente de un ambiente rico en interacciones verbales, exposición a libros y prácticas de alfabetización temprana. Esto sugiere que, aunque la herencia puede proporcionar la base para el desarrollo cognitivo, es el ambiente el que determina en qué medida se maximiza ese potencial (López López, 2007).
Además, los estudios sobre la inteligencia han identificado la existencia de efectos sinérgicos, en los cuales los factores genéticos y ambientales no solo se suman, sino que interactúan de manera que potencian sus influencias mutuas. Por ejemplo, los niños que muestran una curiosidad innata pueden recibir mayor estÃmulo intelectual por parte de sus padres y profesores, lo que a su vez refuerza su interés por aprender y su capacidad cognitiva (Monks, 1996).
Plasticidad Ambiental
Otro elemento fundamental en la comprensión de la relación entre naturaleza y crianza es la plasticidad ambiental. Aunque ciertos rasgos pueden tener una fuerte base genética, la experiencia y el entrenamiento pueden modificarlos significativamente. La plasticidad se refiere a la capacidad del cerebro para adaptarse y cambiar en respuesta a la experiencia, lo que implica que, aunque la herencia proporcione una estructura básica, el ambiente puede moldear y expandir el desarrollo cognitivo.
Un ejemplo claro de plasticidad ambiental se observa en el aprendizaje de la música. Investigaciones han mostrado que, aunque algunas personas pueden tener una predisposición genética para la percepción y producción musical, el entrenamiento y la práctica son esenciales para desarrollar esta habilidad. Niños con talento musical natural que reciben educación formal en música tienden a sobresalir más que aquellos que no tienen acceso a estos recursos, lo que demuestra la importancia del entorno en el desarrollo del talento (López López, 2007).
La plasticidad también se manifiesta en el aprendizaje de habilidades cognitivas generales. Estudios han revelado que la práctica deliberada y el entrenamiento intensivo pueden mejorar funciones como la memoria, la resolución de problemas y la atención, incluso en personas que inicialmente muestran un desempeño bajo en estas áreas. Esto sugiere que, aunque la inteligencia pueda tener una base genética, su expresión puede ser moldeada significativamente por el entorno y la educación (Monks, 1996).
Evidencia de Estudios Longitudinales
La importancia de la interacción entre naturaleza y crianza en el desarrollo de la inteligencia ha sido respaldada por numerosos estudios longitudinales. Estas investigaciones, que siguen a los mismos individuos a lo largo del tiempo, han proporcionado evidencia sólida de cómo las intervenciones ambientales pueden tener efectos duraderos en el desarrollo cognitivo, especialmente en niños de entornos desfavorecidos.
Uno de los estudios más influyentes en este ámbito es el Proyecto Abecedarian, un experimento iniciado en la década de 1970 que evaluó el impacto de la educación temprana en niños en riesgo. Los resultados mostraron que los niños que recibieron intervenciones educativas desde una edad temprana tenÃan un coeficiente intelectual (CI) más alto en comparación con aquellos que no participaron en el programa. Además, los efectos positivos se extendieron hasta la adultez, influyendo en el éxito académico y profesional (Scarr & Weinberg, 1976).
Otro estudio destacado es el Estudio de los Niños de Minnesota, que analizó gemelos criados juntos y por separado para evaluar el papel de la herencia y el ambiente en la inteligencia. Los hallazgos indicaron que, aunque la herencia tiene una influencia significativa en el CI, las experiencias ambientales pueden modular estos efectos, particularmente en la infancia y la adolescencia (López López, 2007).
Estos estudios resaltan la importancia de proporcionar ambientes estimulantes desde una edad temprana para maximizar el potencial intelectual de los niños. Además, demuestran que las intervenciones educativas pueden tener un impacto significativo, incluso en niños con predisposiciones genéticas menos favorables.
- López López, E. (2007). Educación compensatoria. Aprendizaje temprano, éxito posterior (II: El Carolina Abecedarian Project). Revista Electrónica de Investigación y Evaluación Educativa, 13(1). https://doi.org/10.7203/relieve.13.1.4211
- Monks, F. J. (1996). Herencia y ambiente: Una aproximación interactiva hacia el talento. Revista de PsicologÃa de la PUCP, 14(2), 141-152. https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/4625393.pdf
- Scarr, S., & Weinberg, R. A. (1976). IQ test performance of black children adopted by white families. American Psychologist, 31(10), 726-739. https://doi.org/10.1037/0003-066X.31.10.726
