Por un Proyecto ético y de Virtudes
Es alarmante observar cómo cada día hay más problemas entre adolescentes y jóvenes, ya que éstos sin pensarlo responden negativamente ante cualquier conflicto y este es inherente a todo ser humano, olvidando entonces que tienen valores; pareciera que se dejan arrastrar y moldear, constituyendo seres pasivos por todo lo que el ambiente les brinda y por las “costumbres” que imperan en sus grupos, en el barrio, en la casa y la escuela. Por lo tanto, los jóvenes hoy más que nunca necesitan equiparse con valores éticos y morales con una orientación en humanización, la cual está afianzada en valores claves del siglo XXI, apoyados en los principios de formación del obispo Francisco Blanco Nájera, en los valores morales, que promulga Adela Cortina y en la pedagogía de la humanización liderada por Pablo Romero Ibáñez.
Uno de los fines de la educación actual es la formación integral de los niños y jóvenes, una formación en la que se tengan en cuenta saberes, habilidades, competencias, destrezas y experiencias, lo que conlleva a una formación más humana. El ideal de la educación, es la persona humana, lo que encierra la formación integral, el permitir escudriñar en el estudiante lo mejor de sí y dejar que él vaya peregrinando en esta tierra contrarrestando lo que pide el mundo. (Blanco, 1934)
Es fundamental un ambiente apropiado para los niños y jóvenes y la consecución de una vida de calidad. En palabras de Jacques Delors “La educación es también un clamor por la infancia, por la juventud que tenemos que integrar en nuestras sociedades en el lugar que les corresponde, en el sistema educativo indudablemente, pero también en la familia, en la comunidad de base, en la nación” (Delors et al. 1996, p.8). Aspectos primordiales que reflejan la relación de correspondencia que existe entre la escuela, la familia y el contexto, relación que al deteriorarse perjudica el desarrollo emocional y convivencial del estudiante.
Se requieren cambios en la escuela que ayuden a vislumbrar un mejor horizonte en el que el aspecto socio-afectivo contribuya a mejorar la deficiencia emocional que dejan tantos hogares disfuncionales, en donde a falta de un padre y una madre, hay un abuelo o tía que influencia en su formación y temor en la relación de perdida de afectividad, malcría y no ejerce carácter. Si no se construye un ambiente emocional sano, es muy difícil generar procesos significativos de madurez mental, armonía y valoración de sí y del otro. (Romero, 2011, p.13)
Por lo dicho anteriormente, es urgente una escuela de puertas abiertas a la humanización, en la que se vivan los valores y las virtudes, que realmente, forme seres integrales capaces de cambiar el mundo en un lugar habitable y agradable. Claro que podemos construir y dinamizar una escuela que humanice, claro que podemos formar seres humanos amantes de si, del otro, del mundo y del conocimiento; pero este sueño no es posible, sino transformamos nuestras concepciones de educación, prevenciones, temores y dogmatismos. (Romero, 2006, p.30, 41)
La escuela también debe ser vanguardista y estar todo el tiempo transformándose, porque ésta es la única manera en la que podrá darle la talla a los educandos actuales y podrá cambiar vidas; porque la vida en este mundo lleno de caos, estrés, preocupaciones, decepciones, frustraciones, intolerancia y falta de sana convivencia en el que les ha tocado vivir, sólo puede vivirse plenamente teniendo esperanzas, perseverancia, fortaleza y deseos de hacer realidad las metas, sobreponiéndose al pasado para lograr un mejor presente y un excelente futuro. Los jóvenes están muy dañados afectiva y emocionalmente por el hecho de que el mercado laboral se traga a los padres y ya no tienen disponibilidad para los hijos.
Hay mucha carencia amorosa y muchos desequilibrios en los niños. (Fraile, 2011) Es primordial, además, estimular en los jóvenes el diseño de un proyecto de vida claro, en el que contemplen sus metas, pero también los posibles obstáculos que se puedan presentar de acuerdo al tipo de familia que tienen y al contexto que los rodea. La educación de los valores requiere de un amplio debate social para definir los valores que han de regir la conducta colectiva y un empeño de todos los agentes sociales y educativos para hacerlos efectivos. (Parra, 2003, p.70).
Para llegar a esta meta, es fundamental que la comunidad educativa cambie viejos paradigmas y creencias, porque en el proceso educativo todos forman y si cada quien lo hace de una forma diferente o arraigado en el tradicionalismo, no logrará concientizar a los niños y jóvenes de que ellos están llamados a garantizar un futuro mejor en el que los conflictos y la violencia, den paso al amor, la comprensión, la compasión, la libertad, la tolerancia, el respeto y la igualdad. Por ello, es necesario trabajar en los jóvenes la resiliencia, como valor propio para superar situaciones adversas que logren una escuela más humanizada, y fortalecida para sobreponerse a situaciones difíciles que los estudiantes viven en los barrios, en las calles, en las casas y en las escuelas, que van dejando vacíos y heridas difíciles de sanar. La resiliencia es un tejido que anuda la lana afectiva y social. Por eso es mejor tratar de comprender como se cuela a través de los golpes del destino, para tejerse a sí misma con apoyos sólidos. (Cyrulnik, 2006).
Autores:
Esther Sierra Sánchez ; Magíster en Educación por la Universidad de la Costa CUC. Especialista en Estudios Pedagógicos por la Universidad de la Costa
Sandra Cala Vargas: Magíster en Educación por la Universidad de la Costa CUC. Especialista en Estudios Pedagógicos por la Universidad de la Costa.
Alexander Vega Lugo : Magíster en Educación y docente de la Universidad de la Costa CUC.
Reinaldo Rico Ballesteros. Líder de Apropiación Social del Conocimiento. Universidad de la Costa CUC.