¿Qué Pesa Más En El Aula: La Carga Académica O La Emocional?
Una mirada al impacto de las emociones en el aprendizaje y cómo los docentes pueden ser agentes de cambio.
En el aula de clase, el rendimiento académico suele medirse por exámenes, calificaciones y participación. Sin embargo, existe un factor profundamente humano que también determina el aprendizaje: las emocione. Durante mucho tiempo se pensó que era suficiente con “pensar bien”, pero hoy se reconoce que también es necesario “sentirse bien para aprender mejor”. Las emociones influyen en procesos psicológicos básicos como son la percepción, la atención, la memoria, el lenguaje, la motivación, la emoción, el pensamiento, fundamentales para que ocurra un aprendizaje significativo.
La pregunta del título está cargada de frustración y angustia, y no solo interpela al estudiante, sino también al docente. Lo anterior evidencia que las emociones también están presentes en el aula, aunque no estén estipuladas en el currículo, pensum o tablero.
En los últimos años, múltiples estudios han demostrado que las emociones influyen directamente en el rendimiento académico. Ignorarlas es como intentar enseñar en una sala sin luz, es decir, el contenido está presente pero el estudiante no logrará verlo. Según Pulido & Herrera (2017), para alcanzar una mayor eficacia y calidad en el proceso de enseñanza-aprendizaje, se propone incorporar el ámbito emocional al conjunto de todas las dimensiones que intervienen en dicho proceso. Lo anterior, dado que en la medida que se anexe intencionalmente, los resultados de estos pueden ser más favorables.
Según Shengyao et al. (2024), emociones positivas como la alegría, la calma o la curiosidad mejoran la atención, la memoria y la resolución de problemas, mientras que estados emocionales negativos como el estrés o la ansiedad pueden bloquear funciones ejecutivas básicas.
Muchos estudiantes llegan al aula con una “mochila muy pesada” cargada de preocupaciones como dificultades familiares, ansiedad, problemas económicos, duelos no resueltos, inseguridades, entre otros. Si esta carga emocional no se reconoce, difícilmente podrán enfocarse en los asuntos académicos, las funciones trigonométricas, los fundamentos de la carrera en curso o el aprendizaje de una segunda lengua como el inglés.
No se trata solo de situaciones catalogadas como “graves”. También pueden influenciar factores como algún tipo de malestar físico, una discusión con un familiar o amigo, sentirse desconectado emocionalmente, o creer que no se cuenta con una red de apoyo segura. Todo esto puede afectar la concentración y la facilidad para aprender.
Ahora bien, ¿qué se puede hacer desde la educación?, pues es clave tener presente que un docente no va a desempeñar el rol de un terapeuta, pero sí puede asumir el rol de un adulto responsable con sentido humano que le permita abrir un espacio para indagar sobre lo emocional dentro de su práctica docente. Puede convertirse en un agente activo de cambio mediante la validación de las emociones, preguntando: ¿cómo se están sintiendo hoy?, siendo flexible frente a cambios en su estado de ánimo o actitud, ofreciendo alternativas de participación y cumplimiento de actividades, y propiciando prácticas de autocuidado, autorregulación y gestión emocional.
Nápoles (2023) destaca la importancia de brindar a estudiantes y docentes herramientas emocionales para enfrentar los retos académicos y personales que surgen durante la formación superior.
Para concluir, se puede decir que educar también es acompañar. Cuando un estudiante muestra alguna señal fuera de lo cotidiano, en realidad está diciendo: “necesito que me veas, que me escuches y que me ayudes a volver a conectar con mi propósito de vida”. Más allá de ser una situación que desencadene episodios de estrés en el profesor, debemos verla como una valiosa oportunidad para generar un vínculo, cultivar la empatía, y recordarnos que la inteligencia también es emocional. Incluir lo emocional en la práctica docente no solo mejora el clima en aula, sino que también dinamiza el desempeño académico, reduce la deserción y fortalece la salud mental estudiantil. Así, se puede responder la pregunta inicial, la carga emocional puede ser aún más pesada que la académica, si no se logra posicionar en un lugar de importancia en el proceso de formación.
Referencias bibliográficas
Nápoles, K. (2023). Desmotivación escolar de los alumnos como resultado del fenómeno educativo postpandemia: aproximación desde una revisión sistemática. Revista Ecos de la Academia, 9(17), 57–81. https://doi.org/10.53358/ecosacademia.v9i17.881
Pulido Acosta, F., & Herrera Clavero, F. (2017). La influencia de las emociones sobre el rendimiento académico. Ciencias Psicológicas, 11(1), 29-39. https://doi.org/10.22235/cp.v11i2.1344
Shengyao, T., Wang, X., & Li, Y. (2024). Emotion, Cognition, and Academic Performance in Higher Education. International Journal of Educational Psychology, 13(1), 44-61.
Silvera Silvera Emilce – Profesor Tiempo Completo Asistente 2 Dpto. Humanidades
Invitado
Mgtr. Sonnyer Martínez Moreno – Profesor Universidad De La Costa, CUC.
