Tendencias curriculares un desafío desde el desarrollo de capacidades

Marcial Conde Hernández

Las tendencias curriculares contemporáneas representan un desafío sustantivo para los sistemas educativos, especialmente cuando se analizan desde la perspectiva del desarrollo de capacidades en los estudiantes. El currículo, entendido no solo como una planificación de contenidos, sino como una propuesta integral que orienta los aprendizajes hacia la formación de ciudadanos críticos, autónomos y competentes, debe responder a los cambios sociales, culturales, tecnológicos y pedagógicos que caracterizan al siglo XXI. En este contexto, el enfoque por capacidades —reconociendo que la capacidad es potencial, y la competencia es su ejercicio contextualizado. — se impone como una de las principales tendencias curriculares a nivel mundial.

Este enfoque trasciende la enseñanza tradicional centrada en la transmisión de conocimientos fragmentados, y promueve la formación de capacidades complejas que permitan a los estudiantes enfrentar situaciones reales con creatividad, pensamiento crítico, trabajo colaborativo y responsabilidad social. Tal como señala Nussbaum (2011), el desarrollo de capacidades implica formar a los individuos para que vivan una vida plena, digna y con posibilidades de elegir su propio camino. Sin embargo, implementar estas tendencias curriculares representa un gran reto para los sistemas educativos, que deben revisar no solo sus marcos normativos y metodológicos, sino también los procesos de formación docente, la organización del tiempo y el espacio escolar, y las formas de evaluar el aprendizaje.

Además, requiere un cambio profundo en la cultura pedagógica: el rol del profesor pasa de ser transmisor a facilitador y mediador de aprendizajes significativos; y el estudiante, de receptor pasivo a protagonista activo de su proceso formativo. Las tendencias curriculares actuales también apuntan a la integración de saberes, la interdisciplinariedad, el aprendizaje basado en proyectos, la inclusión educativa y la ciudadanía global, lo cual exige capacidades cada vez más amplias, no solo en el ámbito cognitivo, sino también en lo ético, emocional y social. Desde esta perspectiva, el desarrollo de capacidades no es solo un fin del currículo, sino el eje estructurador de todo el proceso educativo. Como plantea Delors et al. (1996), educar en el siglo XXI debe basarse en aprender a conocer, a hacer, a convivir y a ser, lo cual implica diseñar currículos que integren de manera equilibrada el saber, el saber hacer y el saber ser.

 

Por tanto, asumir las tendencias curriculares como un desafío desde el desarrollo de capacidades exige una mirada sistémica, flexible e innovadora que ponga al ser humano en el centro del proceso educativo. Solo así será posible formar sujetos capaces de aprender a lo largo de la vida, contribuir a su comunidad y transformar el mundo que los rodea.

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